Los ojos del búho (Ultima parte)



Quería regresar, estaba cansado de esta monótona vida, así que le pedí al búho que me intercambiase con alguien más. Pero había un grave problema, el ave no era capaz de devolverme a mi anterior cuerpo, no podía regresar de nuevo junto a verdadera familia.

Había tres de tantas reglas que tanto el búho, como aquellos bajo su hechizo, no podían romper. La primera, hablaba sobre que los intercambios eran al azar. La segunda, tenía que ver, con que quienes intercambiaran sus cuerpos, no podían entrar en contacto directo, ni hablar sobre lo sucedido con nadie. La tercera, mencionaba que los intercambios de cuerpos solo podían ser entre niños de hasta quince años. La resistencia mágica de adolescentes y adultos es mucho mayor, por lo que trasladar almas entre ellos sería imposible.

Si quería marcharme de la solitaria mansión, mi opción era una sola, cambiar de lugar con un nuevo niño, irme con una nueva familia. Por suerte tenía la opción de preguntarle al búho como sería mi siguiente hogar, a lo que él me respondió que seria una familia bastante normal, con buenos padres, una vida tranquila y donde no pasaría hambre. No tardé en aceptar.

Esa misma noche, mi visión fue trasladada hacia los ojos del búho. Volé, lejos, muy lejos. Surqué sobre las aguas y salí del continente. Llegué a tierras nuevas. Entre las montañas, me encontré con un pequeño pueblito. El búho se paró en un árbol, frente a la ventana de una de las tantas casas de madera. Apenas pasaron un par de segundos hasta que me desperté dentro de mi nuevo cuerpo.

Por supuesto, la habitación no era ni de lejos tan lujosa como en la que había vivido hasta hace solo un día, pero tampoco parecía tan pobre como mi hogar original. Si tuviera que describir la sensación en una sola palabra, sería “acogedor”.

Cuando me levanté y paré delante del espejo, me di cuenta de que ahora mi cuerpo era el de una niña de rojos cabellos.

Pasaron los días. En este pequeño pueblito tenía amigos y mis padres eran cálidos. No entendía porque esta niña hubiera querido intercambiar su alma con alguien más. Cuando se lo pregunté al búho, el me dijo que algo común, era que algunos niños que se peleaban con sus padres y se enfadaban, solían pedirle a él que se los llevase, pero que al poco tiempo se arrepentían. En este caso, ella se había enojado porque quería vivir en la ciudad, estaba cansada del pueblo, pero sus padres no tenían dinero para algo como esto.

Sentí lastima por ella, el ave dijo que él tenía prohibido compartir sus sentimientos conmigo, además de que no podía negarse si alguien si alguien le pedía un intercambio. Nunca pude saber cómo él se sentía al respecto.

Esta niña era más joven si la comparaba con mis dos cuerpos anteriores y al pasar dos años viviendo con su familia, alcancé nuevamente la edad de estos.

Llegó un momento en que sentí que todo lo que estaba viviendo me pertenecía, esta casa, estos padres, estos amigos, este idioma. Fue allí cuando decidí que era hora de partir, en búsqueda de mi primera y verdadera familia.

Y así fue como viví en innumerables cuerpos, en incontables casas, junto a interminables familias. No viajaba solo a través de lugares, sino entre distintas épocas y años. Cuando comenzaba a sentir que yo en verdad era parte del entorno en el que me encontraba, era cuando decidía marcharme… viví así durante montones de años. Olvide quien era yo en verdad, que era lo que estaba haciendo, porque viajaba. Cambiar de familia ahora era solo un instinto, una parte de lo que alguna vez fui. Era como si todos fueran mi verdadera familia.

Un día desperté en un nuevo hogar, como tantas veces lo había hecho. Según me enteré, quienes aquí vivían, en un pasado habían sido muy pobres, pero ahora tenían una hermosa casa en el centro de la ciudad, cerca de la mansión más grande. Al parecer, quien ahora era mi hermana había sufrido una enfermedad y se había encontrado al borde de la muerte, pero gracias a las cartas con dinero que un desconocido les mandaba, pudieron pagar a un doctor y los medicamentos necesarios. Siempre estuvieron sumamente agradecidos con quienquiera que fuese.

No tenía idea de si este era el lugar donde había comenzado todo, pero algo me parecía conocido, nostálgico, como si lo hubiese visto antes. Fue entonces cuando decidí tomarme un descanso y dejar de viajar.

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